Ahora que Francia va por su octava huelga general, que sigue movilizando a millones de trabajadores, las comparaciones con España se hacen aun más deprimentes. Aquí costó convocar una sola y que la secundasen suficientes trabajadores, y aunque se consiguió un éxito relativo de convocatoria, pocos se plantean convocar una segunda siquiera. Como para hablar de una octava...
Los trabajadores españoles ya tienen la madre de todas las excusas, servida en bandeja desde los medios de la derecha -osea, desde los medios a secas-, y es que la culpa es de los sindicatos. Se confunde un síntoma con la enfermedad, pero no por ignorancia o incompetencia, sino porque nos reconforta tener un chivo expiatorio sobre el que descargar nuestra propia responsabilidad.
Como si fueran los sindicatos los que hacen trabajadores combativos, y no al revés. Como si la apatía de los trabajadores para defender sus derechos, o incluso su complicidad en la defensa de los privilegios de la patronal en detrimento de aquellos, fuera culpa de la apatía de los sindicatos, y no al revés.
Y es que el fracaso en defender los derechos de los trabajadores en España no es de los sindicatos, es de los propios trabajadores. Pero jode reconocerlo, entre otras cosas porque admitida esta premisa lo que se impone a continuación es hacer algo, y eso requiere un esfuerzo que no estamos dispuestos a llevar a cabo. Mejor entenderlo todo al revés y echarle la culpa a otro: la culpa es de los sindicatos, que no se movilizan.
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